Soy un ser que
pudiendo ser otro ser, es de todos modos el ser que es, dado que le resultaría
imposible desarrollar la triste empresa de ser un ser que represente a otro
ser, o simplemente ser un ser que no sea el ser que es, es decir, un alterno
ser, que como todo ser incontinuo o fantasma, por no sentir pertenecerse, tarde
o temprano dejaría de ser para volver a dejarle el lugar al verdadero ser, que
sí es el ser que es, y luego, pudiéndolo ver de este modo, también elije y
quiere ser.
En cuanto a ese ser, es un intento de ordinario, aunque improvisante ser, que suele respetar la existencia del otro ser, dada la exigencia de respeto al propio ser, dada la gracia del amor recibido, dadas las posibilidades de crear y de destruir y el conocimiento de lo consecuente como algo inevitable, responsabilizándose entonces el propio ser del recorte de todo lo asimilado que él considere oportuno, correcto o necesario, quién sabe, en relación alguna a su existencia.
En cuanto a ese ser, es un intento de ordinario, aunque improvisante ser, que suele respetar la existencia del otro ser, dada la exigencia de respeto al propio ser, dada la gracia del amor recibido, dadas las posibilidades de crear y de destruir y el conocimiento de lo consecuente como algo inevitable, responsabilizándose entonces el propio ser del recorte de todo lo asimilado que él considere oportuno, correcto o necesario, quién sabe, en relación alguna a su existencia.
Soy también un ser que puede convertirse en
perro para el perro, al jugar con el ladrante
ser. Esta condición es una que llena
de orgullo a mi ser, al que hoy se le dio por recordar: es la abuela Irma quien observa cómo
allí en el piso se divierten, por el año mil novecientos noventa y pico, Yeni,
Ulices, y mi ser.
El ser que soy adhiere también a quienes propusieron que es beneficioso ser un buen ser, más allá de todo lo que pudiera lograrse oportunamente emulando o bien participando de un mal ser, considerando ésta dicotomía desde un convencimiento singular, sin la intención de hablar de Dios ni de #Cultura en relación al ser, como así tampoco del ser social en cuanto ser espiritualmente adoctrinado, mal llamado ser mascota.
El ser que soy adhiere también a quienes propusieron que es beneficioso ser un buen ser, más allá de todo lo que pudiera lograrse oportunamente emulando o bien participando de un mal ser, considerando ésta dicotomía desde un convencimiento singular, sin la intención de hablar de Dios ni de #Cultura en relación al ser, como así tampoco del ser social en cuanto ser espiritualmente adoctrinado, mal llamado ser mascota.
Soy finalmente un ser que no pierde la esperanza de poder dejar de ser todo
lo que intenta ser, para de una vez
por todas, ser.
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