Nulas chances de campeonar como de irse al descenso. Es una ceremonia pasional sin precedentes, como todas las que has pasado y las que seguramente pasarás. Sentate y mirá a los lados corroborando lo previsto. Más temprano escuchaste que por lesión de uno de los zagueros, debuta un pibe de la cuarta que ni te acordás cómo se llama (detalle que seguramente te hará recordar este partido con más o menos lucidez, dependiendo de cuán dichosa sea la carrera del juvenil debutante). Te piden un cigarro cuando te ven prendiendo el tuyo, lo convidás. Mientras tirás el humo mirá para arriba y después para abajo intentando paliar el dolor de un cuello encorvado por el viaje, suponé lo estúpida y heroica que es al mismo tiempo tu aventura. No te nubles pensando en qué actividad en lugar de ésta pueda ser racionalmente sustancial para tu camino, al que por tu naturaleza entusiasta y emprendedora siempre querrás enmendar, buscándole venturosos destinos. Consolate en cambio soñando la mejor recompensa: imaginate caminando por La Quema cantando, festejando los tres puntos, buscando tu bondi, tu auto, o lo que fuere que te devuelva a casa. Olvidate del hijo de puta del marcador de punta izquierdo, el ser más peligroso para tu arquero. Tu novia es, si sos fiel a tu lema, una terrible puta. No pienses tampoco en ella. Tu vieja andará bien como toda tu familia, así que dale, seguí fumando el cigarro y contemplá la escena. Un poco de charla con los que viajaron con el privilegio de tu companía está bueno. No mucha. No dejes que te coman el bocho. Vos creés que si en lugar del negro jugara el blanco y si bajara un poco el petiso a recibir, y si sacara al muerto del ocho y en su lugar pusiera al flaco (que quizás no vaya ni al banco), que es un pecho frío pero es el único que hace jugar, las cosas caminarían solas. Comentalo. No descreas luego en tu teoría aunque recibas como única respuesta un "aha" o un "puede ser" que desinteresado, pretenda desacreditarte. Y menos te apichones cuando un boludo te contradiga. Vos sos el que más entiende de ésto. Dalo por hecho. Apagá el celular y putealo mientras hace el ruido con el cual siempre se despide. Mandalo a la mierda para que sepa que a vos ahora no te importa nada, que estás donde querés estar y que no querés que nadie te rompa las bolas. No te hagas la cabeza tampoco con ese gordo que está ahí con el hijo, justo arriba tuyo, y que está hablando boludeces cuando todavía ni arrancó el partido. Tenés la desgracia de haberlo descubierto en La Paternal cuando recién arrancaba el torneo y ya rompía las bolas aún cuando las cosas no largaban ni la mitad de olor a mierda que el que el hoy se huele, cuando todavía era algo misterioso el rumbo del equipo y pocos se animaban a bajar caña, porque el asunto aún estaba muy verde. Aquella tarde empataron cero a cero, y si bien estaba al doble de distancia, el gordo fue gran responsable de tu cara de orto cuando terminó el partido. De todos modos no te muevas de lugar si temés que ésto puede interceder en acontecimientos futuros. Si te surge, en el momento que creas preciso, comentale al robusto que sería mejor que se tome las cosas con más calma, que no es recomendable ir a la cancha a decir lo que todos conocen: que los jugadores juegan por la guita y que sacando éste o aquel otro son todos unos hijos de re mil puta. Si tenés ganas convencelo de que lo único que va a lograr es ponerse aun más nervioso, bajando así unos peldaños en la eterna cuesta arriba que tiene el hombre en la vida mientras busca reencontrarse con la prudencia que alguna vez supo tener, y que recobrará recién al final del camino. Hacelo, si te place, por prevención, pensando en la mala influencia que está siendo para su hijo. Torcele la mente siempre y cuando puedas y tengas ganas de hacerlo. Sólo si te apetece y estás convencido ¡Despertalo!. Pero si en cambio tomás una postura filosóficamente correcta o al menos previsora y descreyendo de toda superstición bajás unos escalones para cortar por lo sano algo que pueda llegar a exacerbarte; si hacés esto y su voz ronca sigue pegándote duro en al menos uno de los oídos; si percibís que esta molestia crece y que el gordo al no ser reprobado encontró un hueco que le dio confianza para seguir maldiciendo y hacerlo cada vez con más vehemencia; si sentís que el ruido se agiganta colmando tu continente de rabia; si padeces el desahogo del gordo en carne propia como una tortura punzante, y si ya estás alucinando que su fin no es otro que cagarte la vida a VOS, no lo dudes, date vuelta y mandalo bien a la concha de su madre. Decile que se deje de romper las pelotas y que no vaya a putear a la cancha, y mucho menos a tirar mala onda. O al menos que no vaya a no parar nunca de putear o a nunca dejar de ser tan negativo, cagón e insoportable. Y atenete a las consecuencias, resistilas o disfrutalas, depende como te manejes con ese tema, el de la violencia física, el de la lucha cuerpo a cuerpo.
Decile también que lo tenés junado y fijate qué pasa. Suerte.
Decile también que lo tenés junado y fijate qué pasa. Suerte.
Si elegiste una aventura que te permita continuar la historia puedo recomendarte además que pienses al menos un minuto qué lindo es lo que estás haciendo; que sientas orgullo por estar allí, conciente que nada que verdadera y sanamente te apasione, es digno de ser postergado. Que lo demás puede o no esperar, y si no puede hacerlo es porque no merece tu presencia. Que la elección la tomás vos y que amás a la inercia que te coloca siempre en el mismo lugar: detrás de esos colores. Detrás de esos colores encontrarás una grata companía. Sino me creés mirá, ahí sale tu equipo a la cancha: Encabeza un capitán que toca el pasto y se persigna, lo sigue el tres (que es un desastre y lo tenés montado en un huevo), atrás de éste lo hace tu preferido, (el que más bancás porque sabés que es del club y quiere la camiseta, que pocas veces lo dice, pero siempre lo demuestra); salen también el arquero, el pibe que debuta, el petiso comilón que no le hace un gol a nadie, el hábil pero intermitente, el rudo pero tribunero, y todos los demás. (Nadie es perfecto). Fijate, sentilo, mirá ahora sí a la gente de otra manera, olvidate del gordo melancólico y observá todos estos hermanos que la vida puso a tu lado, con quienes tenés una causa, una dignísima causa en común. Sentí entonces a tus familiares clamar el nombre de tu equipo, y gritá vos también junto a ellos sin quebrarte en el intento. Y si tenés que callar sin alternativa, porque una lágrima está por vencer resistencias y pide luz, sólo aplaudí o hace lo que quieras. ¡Relajate! ¡Deleitate! Aprovechá ese cosquilleo, disfrutalo, y gritalo cuánto te plazca, es tuyo y fuiste en busca de él. No pretendas que te entiendan aquellos que no saben de ésto, quizás no tengas motivos para argumentarlo. O quizás sí. Como última sugerencia te propongo que para hacerlo sólo expliques como te salga que esos tipos, los futbolistas, llevan algo que te pertenece,y que mal o bien defienden algo que fue, es y será parte de tu historia: Tus colores. A éstos, nunca los abandones.
JB
Me gusta la última parte, cuando sale el equipo y el loco lagrimea (algunos la van a entender en toda su riqueza). Esa parte me gusta a pleno.
ResponderEliminarMuy bueno juanba, me trae recuerdos no tan lejanos de una noche en peña y arenales donde tenia un gordo atras q me comio la cabeza todo el partido y por suerte vino el gol que le pude dedicar a el y a la reconcha bien de su madre...
ResponderEliminarbuena capocha ya te lo dije J.B. segui cascara
ResponderEliminarjuan ba....tu cabecita es muy valiosa,cuidala y nutrila cada dia con estas formidables cosas que se te ocurren,te mando un abrazo..car(mil maneras)ja
ResponderEliminarMuy bueno! Cuántas sensaciones se liberan en una cancha, hay un poco de todo a lo largo de una jornada de futbol, desde que salis de casa hasta que llegas. Es único. Y vos lo describis muy bien. Abrazo.
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